El Rambo de Twitter

En una mañana soleada y ordinaria, decidí, entre sorbos de café, publicar un inocente tweet. "No me interesa la política. No soy de derechas ni de izquierdas, sino de centro", proclamé al vasto y caótico universo de Twitter.

Como era de esperar, mi mensaje pronto atrajo la atención de la fauna digital: trolls, fanáticos políticos y aquellos que, en su infinita sabiduría, creen tener la respuesta a todos los enigmas del cosmos. Entre estos últimos, surgió un individuo que, con la audacia propia de quien se pega incontables horas jugando al Call of Dutty, decidió lanzar su bala digital hacia mi indefensa publicación.

"No puedes vivir tranquilo si cuando sales para el trabajo debes revisar los bajos del coche. ¿Del medio de qué? Entre el asesino y la víctima solo está la bala", fue su respuesta, una especie de mezcla entre el manual de autodefensa casera y un intento fallido de poesía existencialista.

Me quedé allí, frente a mi pantalla, contemplando el brillante comentario de este individuo que, según su criterio, probablemente había descubierto el hilo negro del equilibrio político y la metáfora balística. "Ah, la sabiduría de los desconocidos en internet", musité para mis adentros, mientras imaginaba a este héroe cibernético enfrentándose a una horda de malhechores armado únicamente con su profundo entendimiento del "del medio de qué".

Quizás, pensé, debería agradecerle por su valiosa contribución a mi educación política y por recordarme la importancia de revisar los bajos del coche en mi rutina diaria. Después de todo, nunca se sabe cuándo pueden colocarte un explosivo compuesto de nitrometano y poner en peligro nuestro noble y pacífico camino.

Y así, entre risas y un suspiro de resignación, cerré la pestaña de Twitter, preguntándome si algún día comprendería realmente el enigma de la mente humana, o si simplemente debería conformarme con disfrutar del espectáculo surrealista que ofrece la vida en línea.

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