El chismoso siempre presenta cara de preocupación y dice con un tono serio: “No sabes de lo que me enteré”

En la vida nos cruzamos con personas que parecen tener demasiado tiempo disponible para observar lo que hacemos; y no sólo eso: tienen una habilidad especial para deformar todo, acerca de nosotros y de todos cuantos se le crucen en la vida. A veces son nuestros vecinos, familiares, amigos o compañeros de trabajo.

Las personas chismosas no discriminan: pareja, familiares, amigos, compañeros de trabajo, vecinos, y hasta personas que nunca han conocido, forman parte de sus elucubraciones más contundentes. Por lo general, dañinas y ponzoñosas.

Los chismosos quieren construir su vida en base a la de los demás. Así, lo que en otros puede ser un rasgo de admiración, en ellos se disfraza de envidia. “Envidia sana” -dicen, justificándose-.

Lo cierto es que los chismosos y chismosas son sumamente dañinos bajo toda circunstancia. Y esto resulta así porque drenan tu energía positiva. Te cargan de negatividad, y además, hay siempre algún grupo dispuesto a dar crédito a pie juntillas de lo que se encargan de vociferar a los cuatro vientos. ¡Ni hablar si les has puesto algún límite, por ejemplo, diciéndoles que no; o cortando por lo sano! ¡Intentarán destrozarte de la peor forma posible!

El chismoso tiene una intención clara detrás de cada enunciación o preguntas capciosas que te realizan: quiere apoderarse de un poquito de ti. Además, no dudan en conformar opiniones generalmente extremadamente crueles, a partir de esos elementos sueltos y al pasar, y comentárselas a terceros: así se nutre su lengua viperina.

Hacerlo porque no tienen otra cosa en su vida de la que preocuparse, o porque quieren darse corte de supuestamente “bien informados”, o erigirse como dueños de la verdad, o de la moral, las costumbres, lo que se debe o no se debe hacer, el chismoso destruye a su paso con todo lo que se presenta. Por eso es tan famoso aquel dicho que afirma “¿por qué no te compras una vida si no tienes una propia?”.

Los chismes viajan a la velocidad del sonido; y un pequeño comentario dicho al pasar y circunstancialmente, puede transformarse en un tornado. Así es como en el barrio donde vivimos, en el trabajo, e incluso en ciertos espacios en medios de comunicación, detalles insignificantes adquieren ribetes rimbombantes. La saña y mala espina es lo que atraviesa ese mensaje que busca mancharte, porque ningún chisme es inocuo.

Otro condimento de los chismosos es la exageración. Como si fuese una bola de nieve, siempre le agregan algún detalle adicional, para agigantar su percepción sobre las cosas. Lo que el chismoso no acepta es su ruindad y mezquindad; es tan pobre su vida interior y su realidad personal, que necesita proyectar hacia afuera, en otros, como si dirigiese una película donde actúa otro. Pero jamás te dará la razón si lo confrontas: se ofenderán, y, por supuesto, propinarán su asestada y más filosa daga: un chisme de proporciones mayores.

A veces también somos público circunstancial de un chisme. El ejemplo típico es en el trabajo, cuando en el pasillo se comenta algo, y de inmediato buscan involucrarte para ser parte de esa especie de ‘cofradía secreta’ que lo único que busca, es repartir responsabilidades -por si hubiese problemas- o diluir la culpa -si es que la siente el chismoso-. Se sabe que la carga repartida es menos pesada.

¿Qué podemos hacer frente a las personas chismosas? ¿Cuál sería la actitud asertiva para desactivarlos de raíz? ¿Cómo afrontar a estas personas filosas que se escudan en frases como “tú sabes de que te hablo”, “todo vuelve”, “quién diría que…”, “parecía tan buena persona, pero…”?

Existen dos tipos de chismosos:

  • A. El chismoso de buena fuente. Este demuestra que tiene autoridad en lo que sabe.
  • B. El chismoso “parece ser”. Hoy sabemos que, desde que se emite el mensaje original hasta la quinta persona a la que le llega, se suele distorsionar en un 70%.

Los rumores son construcciones grupales. Por supuesto, debe haber cierto interés dado que tienen su “público”. El rumor es una información difundida sin verificación oficial.

El rumor obedece a estas tres leyes:

  • A. La ley de la reducción. Cuando escucho o presencio una situación, tiendo a acortarla y a reproducirla de modo conciso, borrando los detalles y reduciendo su extensión. Es decir, alguien me cuenta algo con una extensión determinada y mi cerebro tiende a acortar eso que escuché.
  • B. La ley de la acentuación. Desde mi percepción acentúo ciertos detalles de la narración de manera selectiva. Enfatizo algunos y dejo de lado otros. Siempre, en todo rumor, hay una exageración.
  • C. La ley de la asimilación. Ordeno el relato dándole una buena forma, agregándole pequeños detalles que le brindan más consistencia y veracidad. Entonces, al compartírselo al otro, este a su vez volverá a emplear estos tres mecanismos. Así, a medida que la historia circule de boca en boca, se irá distorsionando de manera magistral, como cuando de niños jugábamos al “teléfono descompuesto”.

Sabemos que los rumores pueden destruir parejas y/o familias y generar una catarata de reacciones imprevistas. El chisme seduce, atrae, hipnotiza. El sabio Salomón decía: “Las palabras del chismoso son como bocados suaves que penetran hasta las entrañas”. Los rumores viven porque las personas creen en ellos.

Aquí van algunas ideas como para encarar el asunto:

  1. Evalúa si eres chismoso. Con una mano en el corazón, si en las últimas 24 horas te has interesado por, digamos, 3 asuntos que no son tuyos ni te involucran, y has prestado oídos y tal vez opinión sobre los mismos, quizás estés en el borde de ser un chismoso. Y si te pasas gran parte del día en el famoso “lleva y trae”, ¡ya sabes la respuesta!.
  2. Otra forma de medirte si estás en el chisme, es reflexionar internamente si de alguna forma estás eludiendo tu responsabilidad personal sobre los problemas. Y para hacerlo, apuntas con tu dedo acusador a todo aquel que osa recordarte tu condición de ser humano responsable para asumir tus cosas, y no pasárselos a otro. Este es el caso de aquellos que viven justificándose todo el tiempo por tareas que asumen y no cumplen. Y cuando se les pone un “no” o un límite por delante, no dudan en acudir al chisme entre conocidos para ensuciarte.
  3. Practica la escucha activa con el chismoso: una vez que lo hagas, habrás descubierto su treta; y entonces, podrás preguntarle sin rodeos: “¿Es esto útil para mi?”, ”¿me sirve de algo?”,”¿es constructivo en este entorno -familia, poblado, trabajo, amigos?”. Observa la respuesta, y apártate de la persona. Déjala hablando sola. Es la mejor forma de expresarle que no entras en su juego: no hace falta enojarse ni perder la calma. Esto, posiblemente, despierte sentimientos de enojo y frustración en el otro -sumado a algún que otro chisme adicional, con seguridad-. Aunque a la vuelta del camino se cuidará muy bien de saber que contigo no cuenta para el juego del chisme (que, como vimos más arriba, necesita de un público que lo acompañe y replique, si no, pierde sentido esta conducta tan dañina.)
  4. No reproduzcas chismes. Olvídalo ni bien te lo dicen. Suéltalo y no te hagas cargo. Es lo peor que le puedes hacer a un chismoso. Mira fijamente sus ojos, no pronuncies palabra; y verás cómo va mermando la excitación del chismoso porque no le das la emocionalidad que el otro estaba esperando.
  5. Chequea información relevante. Si, por ejemplo, hay datos muy precisos que pudiesen servir de base para indagar con las personas apropiadas en pos de construir un resultado mejor, hazlo. Pero no reproduzcas la emocionalidad e intencionalidad negativa del chisme. Se trata de desactivarlo, o, en caso contrario, utilizarlo para evolucionar hacia una solución de los problemas. Como observarás, esto es muy distinto que el chisme por el chismerío mismo.
  6. No te lo tomes como personal. El hecho de que el chismoso te agreda por supuesto que es una afrenta; sin embargo, lo que busca el otro es catalizar a través de su lengua viperina su enorme frustración y envidia por lo que tu representas frente a él. Puede ser tu calidad profesional, tu salario, tu desarrollo, o cualquier otra cosa que al otro le moleste. Como no se anima a expresarlo de una forma positiva, e incluso, pedir ayuda si quiere desarrollar alguna de estas áreas, busca destruirte.
  7. Recuerda que el envidioso no quiere ser como tu: lo que quiere es que tu no tengas más “eso” que tanto le molesta.
  8. No compartas temas personales ni laborales delicados con personas chismosas. Seguro que tú ya sabes quienes son; así que es preferible guardar silencio, y rodearte sólo de los que te apoyan.
  9. Si el chisme produce un gran problema en el trabajo: lo mejor es desactivarlo, confrontando a las personas involucradas. Una charla franca, honesta y sin rodeos por el superior que pueda tomar ese rol de mediador y facilitador, bastará por lo general para derribar las barreras. Busca siempre fijar los límites de este encuentro: no agresiones, no interrupciones; y dejar muy en claro el resultado final de esta reunión.
  10. Frases cortas para desarmar al chismoso. “Esto no te compete”, “Es extraño que una persona como tú se dedique a hablar de esa forma de compañeros de trabajo”, “Creo que esto que comentas habla peor de ti que de los demás”, serían algunas de estas formas.
  11. No trabajes con amigos o allegados. Si quieres tener una mejor vida, no contrates personas para desempeñarse contigo en posiciones de responsabilidad, porque, a la larga, no funcionará. Mucho menos si intuyes que son chismosos. Por supuesto que existen excepciones, que son las menores. Las personas allegadas harán uso y abuso de ciertos atributos de confianza propios del plano personal; y no sabrán en su mayoría como poner límites entre la amistad y el trabajo: allí empiezan los problemas. Lo mejor es desactivar y reemplazarlas, aunque duela o genere conflictos.

Hay una diferencia entre chismes y rumores; sin embargo, en ambos casos, con el efecto bola de nieve, se agigantan y tienden a estropearlo todo. Es mejor, siempre, pararlos a tiempo; tomarlos uno por uno; y pasarlos por el tamiz de la razón (no del corazón en estos casos), y cerrar ese círculo abierto tan poco virtuoso: el del chismoso y sus enormes ansias de ganar protagonismo… aunque sea diciendo cosas que no son ciertas, y lastimando a los demás. Para no hacerlo, aplica los tres filtros de Sócrates, que conocerás a continuación.

Los 3 filtros de Sócrates: ¿Cómo tratar a un chismoso?

“¡Maestro! Quiero contarte cómo un amigo tuyo estuvo hablando de ti con malevolencia…”

Sócrates lo interrumpió diciendo:

-“¡Espera! ¿Ya hiciste pasar a través de los Tres Filtros lo que me vas a decir?

-“¿Los Tres Filtros…?”

-“Sí” – replicó Sócrates. -“El primer filtro es la VERDAD. ¿Ya examinaste cuidadosamente si lo que me quieres decir es verdadero en todos sus puntos?”

-“No… lo oí decir a unos vecinos…”

-“Pero al menos lo habrás hecho pasar por el segundo Filtro, que es la BONDAD: ¿Lo que me quieres decir es por lo menos bueno?”

-“No, en realidad no… al contrario…”

-“¡Ah!” – interrumpió Sócrates.- “Entonces vamos a la último Filtro. ¿Es NECESARIO que me cuentes eso?”

– “Para ser sincero, no…. Necesario no es.”

– “Entonces -sonrió el sabio- Si no es verdadero, ni bueno, ni necesario… sepultémoslo en el olvido…”

Cómo aplicar el Triple Filtro en tu vida

Consciente de las cosas que pasas por alto en términos de verdad, bondad y utilidad cada día, y cómo a menudo aceptas información pasivamente (como chismes, mentiras y quejas). Incluso si no participas activamente, eres cómplice de estas acciones al no establecer límites.

Desecha todo lo que no pase por los tres filtros. Si deseas una vida más plena, feliz, motivada y con libertad, recuerda que lo que no pase estos filtros probablemente te traerá experiencias desagradables en algún momento. Si aplicar los tres filtros parece desafiante, puedes comenzar con uno al mes durante tres meses para evaluar cómo mejora tu equilibrio, bienestar y salud mental y emocional.

Aplica estos filtros en todas las situaciones en las que te encuentres, especialmente cuando intuyas que podrían tener connotaciones negativas. Esto incluye lo que dices, lo que escuchas, lo que permites que entre en tu mente, lo que haces y en lo que te concentras. Si algo no pasa al menos por uno de los tres filtros en el primer mes, déjalo ir, ya que no te beneficia.

Observa cómo mejora tu productividad al no gastar tiempo valioso en cosas que no son verdaderas, buenas o útiles. Además, tu influencia positiva al filtrar puede servir de ejemplo para otras personas, lo que te permitirá tener relaciones de calidad que sumen en lugar de restar. Se trata de construir relaciones que aporten un impacto positivo a tu vida.

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